viernes, 6 de mayo de 2011

Te cuento un secreto, pero prométemelo y no vale lo cruzado..

“Lo confieso..
Todo estaba planeado para la gran noche. Se notaba esa tensión en el ambiente en la que sólo mandan los gestos y las miradas. Yo, como otros pocos elegidos, recibía órdenes del jefe.
Me calmé pensando que si hacía las cosas bien no sentiría remordimientos. Que sería alguien respetado. Me tragué los nervios y salí a la calle a ejecutar mi encargo.
Sabía dónde encontrarla y no me equivoqué. Ahí estaba, exhibiéndose desde la primera hora de sol. Sonrojada, como siempre, quizá por las miradas de los paseantes. Además, su frescura la hacía destacar entre el gentío del mercado. Pero yo tenía un trabajillo pendiente y poco tiempo que perder. Domé mi conciencia y actué.
Sin embargo, todo empezó mal. La saqué de ahí de malas maneras. Pensando en lo que haría con ella en mis fantasías y no en el plan establecido. La traté como a una fulana tras el escaparate. Lo que provocó que olvidara mis formas, hasta perder el control.
No recuerdo el momento en que la tuve delante, con un cuchillo en mis manos. Pero sí  la primer puñalada. Esa es siempre la mejor. Los 59 golpes restantes no debieron llegar nunca. El jefe me iba a matar. Estaba inservible, hecha picadilla.
Pensé en ocultar las pruebas, en tirar sus restos al contenedor de atrás. Pero no podía engañar al jefe, quién me lo ha enseñado todo. Él siempre me dijo que uno debe despedazar con delicadeza, mimar cada paso de creación. Ése era el secreto de toda profesión.
Y así, sólo llegaría a ser un mediocre pinche de cocina.”

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